Érase una vez, un pequeño poblado perdido entre las montañas donde vivían un grupo de seres humanos. Hacían lo que suelen hacer la mayoría de estos seres: dormir, trabajar, comer, jugar y dormir. Pero he aquí que un día uno de ellos, decidió marchar de ese pueblo.
- ¿Para qué?- le preguntaron sus amigos.
- Porque quiero saber- les respondió.
Pasó un tiempo sin noticias de el, hasta que un buen día apareció en lontananza. Hubo gran alegría en el poblado, todos le rodeaban, le preguntaban y aclamándole le pedían que compartiera con ellos su saber.
- Bueno, veréis, lo único que he aprendido no puedo compartirlo con vosotros. !Oh! Que desilusión entre los seres del poblado.
-¿Por qué?
- Porque lo que he aprendido es a distinguir el sabor de las cosas.
-¡Oh!- murmuraron los del pueblo- Y eso ¿cómo se aprende?
- La clave está en dos palabras: "sentir" y sabor". Vosotros queréis saber a que sabe el sabor sin sabor. ¿Es cierto?
- ¡Sí!
- Y yo os digo que lo importante es sentir ese sabor.